Cada novela tiene una historia detrás de su creación, un recorrido lleno de inspiración, desafíos y aprendizajes. La semilla de la locura no es la excepción, y hoy quiero compartirles cómo nació esta historia y lo que significó para mí como escritor.
1. Un viaje que plantó la semilla
El germen de esta novela surgió en 1999, durante un viaje al País Vasco con un coro en el que cantaba. Me enamoré de los paisajes, la gente y la comida de lugares como Vitoria, San Sebastián y los pueblos pintorescos que adornan la región. Este contexto situacional quedó grabado en mi memoria y, años después, se convirtió en el escenario ideal para la trama.
En cuanto a la temática, mi interés nació de mis estudios de psicopatología, especialmente de la psicosis. Me fascinaba entender cómo se ha percibido esta condición a lo largo de la historia y cómo la vemos hoy. El personaje del Padre Rojo surgió de una pregunta: ¿cómo sería explorar las motivaciones y métodos de un asesino esquizofrénico, en contraste con los típicos sociópatas que suelen protagonizar las novelas negras? Esa pregunta fue el punto de partida para lo que sería un viaje profundo hacia las complejidades de la mente humana.
2. Una atmósfera viva y en movimiento
Nunca partí con la intención de escribir una novela negra. Mi objetivo principal era desarrollar personajes complejos en una historia coherente. La atmósfera se definió de forma orgánica, a medida que los personajes y la trama se entrelazaban.
Entre las influencias literarias que marcaron este proceso están Stephen King y Carlos Ruiz Zafón. Sin embargo, la mayor influencia en términos de atmósfera fue J.R.R. Tolkien. En El Señor de los Anillos, Tolkien creó un mundo en el que los elementos naturales y los corazones de los personajes construyen una atmósfera viva y palpitante. Esa capacidad para hacer que el entorno respire con los personajes dejó una profunda huella en mi estilo de escritura.
3. Personajes que evolucionan contigo
Desde el principio, tenía claro quiénes serían Gabriel y el Padre Rojo, pero otros personajes cobraron vida y complejidad a medida que los escribía. Amalia Zabala, por ejemplo, se convirtió en un personaje central hacia el final del libro, y Ángela Sarasti fue tomando forma de manera inesperada, aportando dimensiones nuevas a la trama. Este proceso de descubrir a los personajes mientras los escribes es uno de los aspectos más emocionantes de la escritura.
4. Obstáculos en el camino
En 2009, sufrí un asalto en el que me robaron, entre otras cosas, el manuscrito inicial de la novela. Había escrito unas cuarenta páginas, y perderlas fue un golpe devastador. Recuperarme de esa experiencia fue difícil, pero también reforzó mi determinación de seguir escribiendo.
El capítulo final fue otro gran desafío. Lo escribí dos veces, buscando un cierre que hiciera justicia a la historia y a los personajes. Despedirme de este mundo que había habitado por tanto tiempo no fue fácil.
5. Lecciones aprendidas
Este libro me enseñó la importancia de la edición. Aprendí a borrar sin miedo, a escuchar opiniones y a dar forma a la historia con paciencia y humildad. Hay un público esperando buenas historias, y parte de honrar eso es darles lo mejor que uno puede ofrecer.
6. Un consejo para los nuevos escritores
Si pudiera dar un consejo a quienes comienzan a escribir, sería este: desarrollen un hábito. Durante este proceso, me propuse escribir 1,000 palabras al día. Ese compromiso no solo afinó mi ritmo de escritura, sino también mi comprensión de la historia. No importa si al final debes borrar lo que escribiste; la constancia es lo que te llevará a la meta.
Esta experiencia no solo me ayudó a crear La semilla de la locura, sino que también me transformó como escritor. Si tienes una historia en tu mente, no esperes. Empieza a escribir. El camino será arduo, pero vale la pena cada paso.
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